Colosenses 1:16-20
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.

Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.
Tener hambre por su presencia es reconocer la necesidad de saciarnos con su palabra vivir una vida en el Espíritu, reconociendo nuestra necesidad de ser fortalecidos con su palabra la cual cumplirá su propósito con cada uno de cuantos esperan en Él.
Amós 8:11 dice: He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová.
En los días que vivimos estamos viendo cómo la palabra de Dios está siendo manipulada, Mantenemos nuestra lámpara encendida con el aceite del Espíritu Santo reconociendo que nuestra lucha no es contra carne ni sangre, sino contra principados, gobernadores, potestades, huestes de maldad que se mueven en las regiones celestes.
Cuando tenemos hambre y sed de Dios haremos de la oración y el ayuno un estilo de vida y parte esencial para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
Debemos perseverar en la oración constante acompañada con el ayuno; y veremos la mano de Dios moverse a nuestro favor, porque el que se acerque a Él tiene que creer que Él hará y que es galardonador de los que le buscan; y sin fe es imposible agradar a Dios.
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Proverbios 27:7. “El hombre saciado desprecia el panal de miel; Pero al hambriento todo lo amargo es dulce.”
Mateo 5:6. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Salmo 34:10. Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.
Juan 6:35. Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
Romanos 8:35. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Filipenses 4:12. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.
Filipenses 3:7-10. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.
Salmo 23:5. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando.
Tener hambre de Dios es cansarte de vivir una vida rutinaria, y buscar más de Él, tener un deseo vivo de ser llenos y saciados de su presencia, reconocer que sin Él nada somos y nada podemos hacer, anhelemos tener una relación viva, santa y agradable a Él, busquemos su rostro en Cilicio en oración y ayuno.
Los tiempos que vivimos hoy son tiempos finales, por eso Iglesia de Jesucristo deseemos tener “Hambre por su Presencia”.
Anhele amar a Dios como si hoy fuera el último día que le tocara vivir.
“Tengamos Amor por Dios y por su Presencia”